Muchos comentarios he oído estos últimos días de mi tío y padrino Fernando Soria, la mayoría positivos y los que menos negativos, (en cuanto a su personalidad se refiere) muchas veces se confunde la genialidad con la locura o la melagomanía, pero para poder hablar de un grande de la pintura como mi tío hay que ser primero tan grande como el, o al menos parecerlo y en cualquier caso ser un entendido, lo que si puedo asegurar es que los entendidos lo adoran.
Estos últimos años infinidad de marchantes de arte me machacaban el móvil pidiendo mi colaboración para conseguir obra suya, pero el tiene un objetivo, su objetivo es mostrar a todos su obra y su colección personal para que no acabe en colecciones privadas para el deleite de unos pocos, por lo que decidió no vender obra para preparar su legado póstumo. Puedo asegurar que en un plazo no muy lejano sus amigos más fieles y por supuesto su familia también, darán a conocer su legado a estas tierras alicantinas que el también supo plasmar desde su perspectiva y su pincelada.
Puedo entender que alguien piense que al ser familia directa suya y estar desde que llevaba chupete viendo lienzo tras lienzo salir de su estudio pueda llegar a engrandecer su obra y ser un incondicional de su arte, pero sobre el hay infinidad de artículos y en sus archivos personales figuran reconocimientos y premios a nivel Internacional.
Tan grande como su arte es su calidad humana y digo “es” en presente porque el me dejo instrucciones que pienso cumplir como si aun él estuviera entre nosotros, para que a nivel familiar me asegurara de que a los suyos no les faltase de nada y mucho menos estuvieran desamparados en su ausencia, tanto de familiares directos tales como hermanos/as, sobrinos y apadrinados como de amigos, que el quería y apreciaba, y de los que siempre estuvo informado y activamente preocupado por su bienestar, para los que no conocían su entorno familiar, su madre María Pérez estuvo 14 años impedida, pero él y su hermano Oscar la tuvieron bajo su protección y cuidado hasta que falleció, cuando iba a ver a mi abuela siempre estaba aseada como si fuera a ir a la opera, con su colonia preferida y reluciente como un sol, en el 83 murió su única hija y prima hermana mía Beatriz Soria, y mi primogénita se llama igual en su memoria, además de ser también su ahijada, “aquí empieza poco tiempo después su época de grises, negros, marrones y claros, que marcaron una etapa más pero que a mi personalmente no me agrada por lo mal que lo pasaron mis tíos durante al menos una década” y que me recuerda la espera en la Clínica Vistahermosa en espera de su recuperación y la tremenda sacudida cuando nos comunicaron su muerte.
Todos sus amigos saben que incluso en esta época tan dura para él nunca descuido a los suyos, ya con 80 años enfermo su musa y compañera Ina y para los demás nuestra dulce, cordial, afable y excepcional tía Ina que falleció en el 2007, también en esta ocasión él estuvo cuidándola hasta que nos dejo. Toda su vida estuvo marcada por la dedicación a los suyos y a su pasión la pintura, como buen cristiano que fue Fernando estoy convencido que su alma y su conciencia estaban en paz y armonía sabiendo que cuando el señor dispusiera el iría a reunirse con sus más amadas musas Ina y Beatriz. Si os fijáis bien en muchos de sus cuadros de damas al sol, ellas están ahí.
Durante las dos últimas semanas en Hospital antes de su muerte su máxima preocupación era el poder levantarse y andar en condiciones para poder pintar, yo estoy convencido que dejo de luchar cuando fue consciente que nunca más volvería a coger un pincel, a las 13 horas del día 16 de Mayo de 2009 cuando fui a darle la comida note que al hablarle e intentar animarle con algún chascarrillo su mirada tenia un velo gris y me miraba pero estoy convencido que no me veía, comente esto con su gran amigo Juan Antonio Llor y coincidimos los dos, al mismo tiempo que nuestra alegría de los últimos días se esfumaba, pues los días anteriores incluso por si mismo se incorporaba en la cama y atendía a sus amigos y familiares, nuestros semblantes se entristecieron y también el de todos los que diariamente acudían a preocuparse por Fernando, pocas horas después le ponían respiración asistida y a partir de estos momentos fue consumiéndose hasta las 3,oo de la madrugada del sábado que dejo de estar entre nosotros para ir a reunirse con sus seres queridos. Después de la cena que fue imposible darle me despedí de el sabiendo que a lo mejor seria nuestra última cena, aunque en mi casa con mi mujer intentaba convéncerme que volvería a remontar y volvería a pelearme con el para que comiera, y a las tres de la mañana Juan Antonio me llamo para darme la noticia e infórmarme de su traslado y demás tramites legales.
Es un alivio no tener que escribir en papel porque las lagrimas derramadas durante el tiempo de esta redacción hubieran hecho imposible la lectura de este humilde manifiesto pero he derramado tantas lagrimas como palabras hay y hubiera sido imposible leer nada, espero no seáis críticos con mi manera de escribir yo no me dedico a esto y lo hago por dedicación personal y como agradecimiento a D. Fernando Soria Pérez.